El armador del Bárbara (1923) habla con fascinación de su barco centenario y de las regatas de veleros de Época: “Son museos flotantes”
ELENA PIPÓ
Escribe Joseph Conrad en el Espejo del mar que “una goleta, una yola o un cúter al mando de un hombre competente parecen gobernarse solos, como si estuvieran dotados de la facultad de razonar”. Roberto Olivieri transmite la misma fascinación del autor de Lord Jim cuando habla, con indisimulado orgullo, de los cien años que acaba de cumplir su barco, el Bárbara, yola botada en 1923 en los astilleros Camper & Nicholsons, en Gosport, en la costa sur de Inglaterra. El velero fue construido con madera de teca y pinotea sobre cuadernas de roble blanco, y luce esplendoroso sin ocultar la pátina de la sal y el tiempo. A finales del pasado mes de mayo, Olivieri y su tripulación se embarcaron en la localidad italiana de San Vincenzo para iniciar un circuito de 18 regatas en aguas francesas y españolas. La travesía del centenario concluirá a mediados de este próximo octubre en Viareggio (Italia) tras haber hecho escala, entre otras, en la Copa del Rey de Barcos de Época.
¿Cuál fue el motivo de competir por primera vez en España?
Este es el año del centenario del Barbara y queremos celebrarlo por todo lo alto. La pasada temporada sólo navegamos en Italia y Francia. Estamos encantados con la organización, las buenas condiciones meteorológicas y los campos de regatas en España. Además, conseguimos un cuarto puesto en Barcelona, el bronce en la Regata Illes Balears Clàssics del Club de Mar Mallorca y ahora veremos en la Copa del Rey de Barcos de Época de Mahón, donde el nivel es muy alto.
Cien años del Bárbara. Eso da para vivir muchas historias.
Así es. La más mediática, sin duda, estuvo coprotagonizada junto por una de las celebridades de la década de los 80. Era italiano, se llamaba Sergio Ferrero y era conocido como Príncipe de Muresanu. Él mismo se autodefinía como un vividor, pero también era artista y un deportista extremo. En 1982 logró el Guinness tras cruzar el Océano Atlántico en windsurf en 24 días, entre las Islas Canarias y Barbados. El Barbara fue el barco que sirvió de apoyo a Ferrero durante aquella aventura.
¿Qué destacaría del diseño y la navegación del Bárbara?
Es un yawl estrecho de eslora que permite navegar muy bien sobre las olas y mantener un buen rumbo sin apenas desviaciones. Cuando lo vi por primera vez, me enamoré de su cubierta. Es limpia, sin apenas aparejos que dificulten los movimientos y las maniobras en el barco. En su momento, Bárbara marcó un hito en la vela deportiva, porque fue pionero al introducir el aparejo Bermudian o Marconi, de velas de forma triangular, frente al entonces tradicional aparejo de Cangreja, con velas trapezoidales.
El Bárbara no sólo navega sino que también se ha implicado en proyectos sociales y medioambientales. Hábleme de ellos.
Estamos colaborando en el proyecto (Re)lnspiration sobre la fibrosis quística. Hemos navegado con jóvenes afectados por esta enfermedad y hemos podido comprobar en sus caras la emoción y la alegría que les produce navegar a vela. También estamos apoyando actividades relacionadas con la protección del medio ambiente, como la reducción del consumo de plástico y la promoción del uso consciente de energías renovables a través del proyecto Frisbi Energia.
Usted dice que no es el propietario sino el guardián de esta joya marítima. ¿Qué conocimientos le gustaría transmitir a las futuras generaciones?
Nos gustaría que se viviera la pasión de navegar en un barco de época. La madera te atrapa por su olor, el color y el sonido. Todo unido es una poesía. Creo que lo más importante es poder reunir al mayor número posible de barcos clásicos en los eventos deportivos para convertir los puertos en museos flotantes. Nos encanta Mahón porque los barcos están amarrados a pie del paseo marítimo, abiertos a toda la ciudad.